“Somos seres emocionales que
aprendimos a pensar, no máquinas pensantes que aprendimos a sentir”
Stanisla Bachrach
Nuestras primeras
experiencias con el mundo marcan nuestro desarrollo emocional. En la infancia se entreteje una red que conectará nuestra mente
y nuestro cuerpo, lo que determinará en gran parte el desarrollo de la
capacidad de sentir y de amar.
En
este sentido, nuestro crecimiento emocional dependerá de nuestros primeros
intercambios emocionales, los cuales no enseñarán qué ver y qué no ver en el
mundo emocional y social en el que nos encontramos.
Así, el
campo de nuestra infancia nos permite sembrar las semillas
del amor de manera
natural, lo que determinará que la capacidad de amar y ser
amados crezca de manera saludable y nos ayude a desarrollarnos.
Si alimentamos a los niños de amor,
los miedos morirán de hambre!
Las muestras de cariño y afecto elevan la autoestima en
los niños y les ayudan a construir una personalidad emocionalmente adaptada
e inteligente. Es decir, nuestro amor les ayuda a manejar los miedos naturales
que surgen en las diferentes edades, fomentando un grado de sensibilidad
saludable.
Los niños tienen una confianza natural en sí mismos. De hecho, nos
asombra que ante desventajas insuperables y fracasos repetidos no se rindan. O
sea, que la persistencia,
el optimismo, la auto motivación y el entusiasmo amistoso son cualidades
innatas.
En este sentido, es el mundo o, mejor dicho, los adultos, los que vamos
mermando esa inteligencia emocional con la que todos nacemos.
Darnos cuenta de esto nos ayuda a ser conscientes del papel tan
relevante que tiene amar a nuestros hijos y educarlos desde el respeto, la empatía,
la expresión y la comprensión de sentimiento, el control del enfado, la
capacidad de adaptación, la amabilidad y la independencia.
¿Qué
podemos hacer para criar niños felices y saludables?
El temperamento de un niño refleja un sistema de circuitos emocionales
innatos específicos en el cerebro, un esquema de su expresión
emocional presente y futura, y de su comportamiento. Estos pueden ser o no
adecuadas, por lo que la educación debe
convertirse en apoyo y guía para ellos.
Para lograr una salud emocional óptima, debemos cambiar la forma
en la que se desarrolla su cerebro. La idea es que a través del amor y
de la educación emocional fomentemos ciertas conexiones neuronales saludables.
O sea, todos los niños y todos los adultos parten de unas
características determinadas que tienen que gestionar juntos para lograr su
bienestar físico y emocional.
Por ejemplo, el hecho de que un niño sea tímido por naturaleza, suele
provocar que los adultos que nos encontramos a su alrededor lo sobreprotejamos,
haciendo que se vuelva ansioso y perturbable con el paso del tiempo.
En este sentido, con lo que hoy en día conocemos, la educación
emocional requiere de cierto des aprendizaje adulto. Un niño tímido debe
aprender a poner nombre a sus emociones y a enfrentar lo que le perturba, no
debe sentir que le cortamos las alas porque es vulnerable.
Un adulto tiene que mostrarse empático sin reforzar sus llantos y sus
preocupaciones, proponiéndole a su vez nuevos desafíos socio-emocionales que le
permitan evolucionar. Es decir, hay que proteger su salud emocional a
través del desarrollo de sus características naturales.
Las claves básicas de una educación emocional saludable
1. Los especialistas suelen recomendar ayudar a los niños a hablar de sus emociones como una manera de comprender a sí mismos y a los demás. Sin embargo, las palabras solo dan cuenta de una pequeña parte (un 10%) del verdadero significado que obtenemos a través de la comunicación emocional.
Por esta razón, no podemos quedarnos solo en la verbalización, sino que tenemos que enseñarles a comprender el significado de la postura, de las expresiones faciales, del tono de voz y de cualquier tipo de lenguaje corporal. Esto resultará mucho más efectivo y completo para su desarrollo.
2. Desde hace años se viene promocionando el desarrollo de la autoestima de un niño a través del elogio y los refuerzos constantes. Sin embargo, esto puede hacer mucho más daño que bien. Los elogios solo ayudarán a nuestros niños a sentirse bien consigo mismos si están relacionados con logros específicos y con el dominio de nuevas aptitudes.
3. El estrés es uno de los grandes enemigos de la niñez. Sin embargo, es un inconveniente con el que tienen que vivir, por lo que protegerlos en exceso es una de las peores cosas que podemos hacer. Ellos tienen que aprender a enfrentar estas dificultades naturales de tal forma que desarrollen nuevos caminos neurales que les permitan adaptarse al medio en el que viven.
No podemos tratar de criar a nuestros niños en un mundo Disney de inocencia e ingenuidad. El estrés y la inquietud forman parte del mundo real y de la experiencia humana tanto como el amor y el cuidado.
(Fuente de información http://lamenteesmaravillosa.com/los-ninos-amados-se-convierten-adultos-saben-amar/)